El cuerpo humano está más poblado que la ciudad de México. Albergamos 100 billones de microbios que, lejos de resultar dañinos, son indispensables.
Estos microorganismos viven en una comunidad, la microbiota, y cumplen una variedad muy amplia de funciones indispensables para nuestra supervivencia y nuestra salud. Así de animal es tu cuerpo...
¿Quién anda ahí?
Son bacterias, virus y otros microorganismos que campan a sus anchas en lugares como la mucosa de la boca, la lengua, el paladar, la faringe, las anginas, las encías, la parte posterior de las orejas, las axilas, la vagina, la nariz... Y aunque gracias al gran Proyecto del Microbioma Humano (PMH) que ya han catalogado cientos de especies, se estima que aún no se ha estudiado ni un 1%. ¡Es como si solo conociéramos a un 1 % de nuestra familia!
Pero algo sí sabemos: tiene una enorme capacidad de cambio. Esto se debe a que el microbioma, aunque en parte es innato y depende de la herencia recibida, también se modifica a partir de factores externos como la humedad, la temperatura, la comida, los medicamentos que ingerimos, etc. Esta doble vertiente, heredada y adquirida, hace que el perfil microbiano de cada persona sea único.
¿De qué nos sirve albergar tantos microbios?
Asimilación de nutrientes. La flora intestinal nos ayuda a asimilar nutrientes y a hacer digeribles los alimentos.
Síntesis de vitaminas. La mayoría de bifidobacterias y lactobacilus sintetizan las vitaminas K y B12, la tiamina…
Correcto desarrollo del sistema inmunitario. Los microbios nos defienden de las bacterias cuando se acumulan en el organismo transformándose en un escudo casi impenetrable.
Generación de vitaminas y antiinflamatorios. Por ejemplo, algunos compuestos del chocolate en contacto con las bacterias del estómago se transforman en sustancias antiinflamatorias que protegen la salud cardiovascular.
Protección contra enfermedades autoinmunes. Está demostrado que algunas bacterias intestinales ayudan al organismo a protegerse de la diabetes tipo 1.
Rejuvenecimiento. Hay bacterias que se alimentan de las secreciones grasas de las células de la piel y producen una capa humectante que la mantiene flexible.
Los peligros de la asepsia
Aunque suene paradójico para quienes se criaron con la idea de que los microbios son enemigos de la salud, es importante dejar que los niños adquieran los microbios que necesitan para vivir sanos. Para ello, es clave no abusar de los antibióticos y tomar yogur durante y después del tratamiento.
La limpieza es un valor a practicar y enseñar siempre, pero no es bueno meter a los niños en una urna de cristal. Un “poco de suciedad” es bueno para que su cuerpo se pueble de bacterias amigas, su sistema inmune no reaccione en exceso a ciertos alérgenos, y sea capaz de reconocer a los verdaderos agentes infecciosos y protegerle el resto de su vida.