En el aprendizaje, el tiempo puede serlo todo. Y en el método Kumon, el ritmo es lo que más importa. Sin prisa pero sin pausas. En lenta progresión. Treinta minutos al día todos los días. Ese es el secreto, defienden sus profesores, para adquirir sólidos conocimientos que nos acompañarán para siempre.
Pero ¿qué es el método Kumon? Todo empezó en 1954, cuando el profesor japonés Toru Kumon descubrió que su hijo Takeshi no estaba desarrollando todo su potencial en matemáticas en la escuela y decidió elaborar unas hojas de estudio para que las hiciera en casa a diario. Resultado: Takeshi fue capaz de resolver integrales ¡en sexto de primaria!
Lo más sorprendente es que los resultados siguen siendo los mismos medio siglo después y en la otra punta del mundo: “Tenemos un niño que está haciendo ecuaciones con diez años”, explica Berta Vila Rallo, graduada en Psicología y profesora de Kumon en Barcelona. “Kumon no solo enseña mates o de lectura, sino capacidades para afrontar situaciones: concentración, autoestima, constancia... “, subraya. El propio Toru Kumon basaba su método en que “Si enseñamos a un niño a hacer fracciones, sabrá hacer fracciones. Si le enseñamos a aprender, sabrá desenvolverse en la vida”.
Una fórmula única y muy particular
En Kumon los alumnos aprenden por sí mismos, adquieren un hábito de estudio, mejoran su concentración y descubren su potencial, lo cual aumenta su autoestima y motivación. ¿Cómo? Con un método a medio camino entre la escuela tradicional que impone un ritmo al alumno y las escuelas menos estrictas que dejan que cada individuo aprenda a su libre albedrío.
Para empezar, cualquier alumno es bienvenido. No importa su edad, destreza o necesidades específicas. “Tenemos de todo”, comenta Vila. “Niños que están muy interesados por las mates y quieren ir más allá, otros que van bien en el colegio pero tienen problemas en lectura, alumnos con notas medias que necesitan mejorar su concentración, ¡hasta las abuelas que los traen se acaban apuntando! También tenemos niños con retraso escolar, y en ese caso nuestro objetivo del primer año es que lleguen al nivel de la escuela”, apunta la profesora.
Además, se trabaja todos los días, sin excepción. No existen pausas en vacaciones, fines de semana, festivos ni cumpleaños. “El día que vienen al centro –dos días a la semana– lo hacen aquí y el resto de días lo hacen en casa con la supervisión de los padres”, explica la docente.Eso sí, basta conmedia hora diaria. Se trata de no cansar al alumno y de hacerlo factible en un día a día generalmente repleto de deberes y extraescolares.
El alumno empieza por algo muy fácil, que domina. Por ejemplo, si ya sabe multiplicar, empieza con sumas. Y desde ahí trabaja en cuadernillos que aumentan la dificultad de forma muy gradual. Esto permite dos cosas: una, que el método sea totalmente individualizado, ya que se tiene en cuenta el punto de partida y el ritmo de aprendizaje de cada alumno; y dos, que el alumno, gracias a esta gradación, no necesite explicaciones y se convierta en autodidacta. “Por ejemplo, cuando pasan de las tablas a dividir, nadie les explica cómo se hace, solo les decimos ‘Mira, aquí vamos a pasar a hacer las divisiones’. Ellos empiezan, leen el ejemplo y de allí van sacándolo”, relata la maestra, quien asegura que el método no para de actualizarse con los inputs de profesionales de todo el mundo. “No es que naciera en Japón hace 50 años y se haya quedado así”, aclara.
Pero sin duda una de las características más apreciadas del Kumon es que los errores no acaban traducidos en una mala nota, sino en oportunidades para aprender. “Inmediatamente después de que acaben los ejercicios se revisan. Se marcan con rojo los que están mal para que vean en qué se han equivocado y lo corrijan solos. Si un niño se ‘atasca’ con un cuadernillo le decimos ‘¿cómo lo estás pensando?’ o ‘vuelve a leer el ejemplo’, para que vea dónde se ha perdido. Al ser tan gradual, no suele haber más de uno o dos errores. Al final, todas las hojas obtienen un 100, la máxima puntuación”, atestigua Berta Vila.
Por último, cabe destacar que existen múltiples niveles que permiten que el alumno aprenda desde lo más básico hasta conocimientos de primer curso de universidad.
Cuando la vida cambia a mejor
Es cierto que el método se centra en matemáticas y lectura, que son la base para mejorar las demás asignaturas, pero mientras se produce esta mejora curricular “a los alumnos de repente les empieza a ir bien en todo lo demás, incluso con los otros alumnos, gracias a que se sienten más seguros consigo mismos”, asegura Vila. “Vemos niños de cinco años que saben leer perfectamente, alumnos inconstantes que ahora se sientan a estudiar todos los días, personas que odiaban las matemáticas y ahora las dominan…”.
Tanto los profesores como los demás trabajadores de Kumon son también alumnos del método. “Estoy haciendo cosas que creía que no sería capaz de hacer, a nivel académico y laboral”, apunta la docente barcelonesa. “Yo he empezado hace unos meses, y me ha roto los esquemas”, comenta Marta Nebot, coordinadora de desarrollo y relaciones públicas del centro. “Estoy restando, ¡pero de otra manera! Sin saber cómo, encuentras tu estrategia para simplificar y hacerlo más rápido”.
El objetivo último de Kumon es a largo plazo: que los alumnos alcancen su máximo potencial, desarrollen estrategias, aprendan de sus errores, tengan recursos propios, capacidad de trabajo y seguridad, para que en un futuro apliquen todo eso a la universidad, a su entorno laboral y familiar y, en definitiva, mejoren su sociedad.