Ábrego en Cantabria, Cierzo en Aragón y Navarra, Galerna en el Cantábrico y Golfo de Vizcaya, Levante y Siroco en la costa mediterránea, Poniente en la costa levantina, Terral en Málaga, y Tramontana en Baleares y Cataluña. Esos son los ocho vientos más conocidos que afectan a España… y a sus habitantes.
Efectos en el sistema nervioso
Elsa López, escritora, antropóloga y catedrática en filosofía, y estudiosa de la materia, asegura que lo importante no es de dónde sople, sino su intensidad: “Es la fuerza y el ruido del viento lo que altera el sistema nervioso de las personas”, afirma. “Los vientos cálidos del Sur –Ábrego, Levante y Poniente– son más irritantes y agresivos, causan un dolor de oídos y de garganta muy característico. Hasta los médicos te dicen que te apartes de las corrientes calientes”, asegura.Pedro Hernández Torres, médico neuropsiquiatra asegura que “las reacciones de conducta son más violentas” en los días de viento porque “el viento potencia los instintos más primarios, lo que trae consigo reacciones caracterológicas anormales”.Por suerte, no todas las personas son igual de metereosensibles y además, según López, “se trata de un trastorno temporal”, por lo que cuando se calma el viento, vuelve el sosiego.
Viento que cambia el lenguaje y la vida
Durante su estudio realizado en el Norte de La Palma, Elsa López descubrió que el viento afecta a varios aspectos de nuestra vida. Por ejemplo, el lenguaje. Existe una gran cantidad de frases hechas relacionadas con el viento: “le dio un mal viento”, “mal viento te arrastre”, “estar asirocado”, “darle la ventolera”, “estar aventado”, “tener el viento en la cabeza”…Elsa López reflexiona: “En el mundo existen cuatro elementos: aire, agua, tierra y fuego. Los cuatro traen la vida y, en exceso, la muerte”. En otras palabras, el viento no tiene por qué ser nuestro enemigo, aunque sí un elemento poderoso al que, visto lo visto, es mejor respetar.